- La Misa de la Inmaculada Concepción, el próximo 8 de diciembre.
- La Misa de la Virgen de Guadalupe, el próximo 12 de diciembre.
Espero te sean de mucha utilidad personal y pastoral.
TIEMPO DE ADVIENTO, TIEMPO DE SANTIFICACIÓN...
Ensayo monográfico presentado para la materia de Mariología
en el Instituto Teológico Salesiano (ITS)
AUTOR:
Derechos reservados (no sean “fusiles”, citen bien…)
Cuando estudié la teología preparé un ensayo monográfico sobre un tema que siempre me ha llamado la atención y admiración. Se los comparto para poder profundizar en nuestra fe de lo que es la Inmaculada Concepción.
El presente escrito tiene como objetivo el hacer un recuento histórico breve sobre el dogma de
Si en el tiempo inmediatamente posterior al NT la mirada de la Iglesia contempló a María en el misterio de la historia de la salvación (María, nueva Eva) y de la Iglesia (virgen, madre, esposa), pasados los primeros siglos, la Iglesia fue progresivamente centrándose en María como una mujer individual y privilegiada. Descubrió en ella su santidad única, dones que no compartía con nadie, a no ser con su Hijo, como
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Cuando los seres humanos regresan de estar en una nueva sociedad, ellos hablan ciertamente de un mundo donde se vive la justicia y la paz, pero soñando permanecer en realidad centrados sobre ellos mismos. El mundo perfecto es finalmente aquel que les asegurará su poder y les hará invulnerables.
A través de la liturgia de este día aparece la distancia que separa el Reino de Dios un mundo de aquel que deciden espontáneamente los hombres. El poder del Mesías es el servicio. La primera cualidad de sus discípulos es la capacidad de acoger. Ella supone una conversión radical, principalmente de aquellos representantes de Dios, que no hacen en realidad más que traicionar su voluntad subordinándola a su amor propio.
Para salvar a su pueblo de daños exteriores, el rey Ajaz realiza una política totalmente humana que no se embarga de escrúpulos. Isaías
Israel aspira a la venida del rey tan esperado que traerá la justicia, la paz, la prosperidad, librará a los pequeños y pobres. En él serán bendecidas todas las razas de la tierra.
Es a través de la historia de su pueblo que Pablo reconoce la llamada de Dios a vivir según el amor misericordioso. Que los cristianos respondan a este llamado, acogiéndose los unos a los otros, como Dios les acoge, es como ellos vivirán cerca de Él.
¡No es posible pertenecer a esta sociedad nueva, que es el Reino de los Cielos, si no se acepta la conversión propia! Aquellos que creen tener un derecho particular sobre el Reino, a causa de sus orígenes raciales [de cultura, de capacidades], chocan fuertemente. Aquellos que quieran entrar deben aceptar una renovación radical, un bautismo de agua y de Espíritu. Tal es el mensaje de Juan Bautista, heredero de la espiritualidad del desierto que da nacimiento al pueblo de Israel.
Es necesario celebrar con “verdadera fe” el Nacimiento del Señor: si éste faltase, todo se derrumbaría a una fiesta exterior, privada de valor y de gracia. Sólo la fe nos hace ver en el Nacimiento la aparición del Hijo de Dios, redentor del mundo.
Todo cambia por intervención del Señor, que libera a su pueblo de la esclavitud y lo condice por un nuevo éxodo. No nos debemos dejar perder: Dios viene a salvarnos. En el tiempo del Mesías, cuando nace Jesús sobretodo se cumple el anuncio de Isaías.
Jesús perdona los pecados: es signo de que Él es Dios, y el milagro sobre el paralítico lo confirma. Cada vez que seamos absueltos del pecado –parálisis del alma– se renueva aquel prodigio. El perdón del pecado es el grande motivo de la alabanza al Señor.
El Nacimiento de Jesús es el “gozo anunciado”, el Evangelio que infunde exaltación, regocijo. Pero para recibir este anuncio, para experimentar esta alegría, es necesario un corazón fiel, abierto a la palabra de Dios y a su don.
La esclavitud tiene fin: por esto se debe alegrar el pueblo exiliado, llamado para emprender el camino de regreso. Pero el retorno verdadero, al cual se refiere la palabra de Isaías, es aquel del corazón, liberado de
Jesús es el pastor que busca y reconduce al hombre perdido. Seamos objeto de la ternura de Dios, pero necesitamos ser “pequeños”, humildes, para dejarnos reencontrar.
De finales del primer siglo la Iglesia había formulado en una oración “Santa María, Madre de Dios” la esencia de su fe en torno a la Madre de Jesús, expresada solemnemente en el concilio de Éfeso en el año 431. San Ireneo había anunciado antes la Inmaculada Concepción de la Virgen María cuando la saludaba con el título de “nueva Eva”. Así en el siglo XV la Iglesia la ha declarado solemne y formalmente, según el dogma de Pío IX (1854)
Escuchemos de la enemistad radical de la serpiente, símbolo del mal, y la mujer con su descendencia. Dios promete así la salvación para una humanidad pecadora.
Desde la eternidad Dios nos ha predestinado a ser sus hijos, a imagen y por obra de su Hijo Jesucristo; es decir, que nos ha escogido para ser santos y herederos del reino con Él. No es por nuestro mérito, sino por pura gracia.
Desde siempre María ha sido inmensamente amada por Dios, por ello es llamada “llena de gracia”. Con el anuncio del ángel, ella no se intimida, sino que escucha el plan divino y se confía en la potencia de Dios por la fuerza del Espíritu Santo.
El Nacimiento de Cristo viene a nosotros en la medida de nuestra fe. Por esto pidamos a Dios despertarla en nuestro corazón. Una fe auténtica se manifiesta en el servicio a Dios con la santidad de vida.
Israel es una “gusanito”, una “larva”: a pesar de todo no debe temer. Dios le asegura: “Yo vengo en tu ayuda”. Él no abandona a los pobres, cuando se confían a Él. Es liberador y providente. Lo sabe quien cree de verdad.
Antes de la venida del Reino de los Cielos, Juan Bautista es el más grande de todos. Después de que el Reino aparece en Jesús, la grandeza es medida en relación a Él. Pero es preciso el coraje para reconocerlo y adherírsele.
Debemos ir al encuentro de Jesús, “con las lámparas encendidas”. Es preciso pues, caminar espiritualmente, es decir, crecer en santidad, teniendo acceso a la luz de una fe vigilante, que espera al Señor.
Nuestra desdicha verdaderamente grave depende sólo de nuestra infidelidad al Señor, del hecho de haber abandonado el camino que Dios nos ha indicado.
Es posible cerrar los ojos sobre las obras de dios, y en particular sobre Jesucristo, la Sabiduría encarnada. Esto sucede por nuestra pueril inconsistencia y contradicción que no sabe reconocerlo.
Regresa en Adviento la oración de la Iglesia: el Nacimiento vende las tinieblas del mal y nos restituye como hijos de la luz en el mundo. Esto es un don de gracia, y es juntamente empeño nuestro, serio y asiduo.
Elías es similar al fuego: su palabra es quemante. Nosotros la volvemos a escuchar en Adviento, sobre todo en la voz ruda y exigente del nuevo Elías, Juan el Bautista. Esta palabra nos hace vivir, pero a condición de acogerla.
Juan Bautista es el nuevo Elías, pero Jesús constata con amargura que no es escuchado, sino contradicho. Él ha anticipado de esta manera, la suerte de Jesús mismo, destinado a sufrir.
BIBLIOGRAFÍA: · Para los comentarios del domingo: Cf. BAGOT, Jean-Pierre, Le Missel Emmaüs des dimanches, Desclée de Brouwer (Francia, 1979). · Para los comentarios del lunes al sábado: Cf. Messale di ogni giorno, Edizioni Piemme (Italia, 2001). |
Guía: En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Todos: Amén.
G: Ven Espíritu Santo,
T: llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
G: Envía tu Espíritu creador.
T: Y renovaras la faz de la tierra.
G: Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijo con la luz del Espíritu Santo, haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre del bien y gozar de sus consuelo. Por Cristo Nuestro Señor.
T: Amén.
G: Una vez más nos reunimos, atendiendo al anuncio de la llegada de Dios nuestro Señor. Se acerca la gran fiesta de Navidad, la fiesta del Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo en Belén y en cada uno de nuestros corazones. Preparémonos a recibir a nuestro salvador reuniéndonos en torno a esta corona.
(Se enciende la segunda vela)
G: Escuchemos la palabra de Dios:
Lector: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas (Lc 3, 1-6)
En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilene, siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, fué dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la región del Jordán proclamando el bautismo del conversión para perdón de los pecados; como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías que dice: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Todo valle se rellenado, todo monte y colina será rebajado; y los caminos torcidos serán enderezados, y los caminos ásperos allanados. Y todos verán la salvación de Dios.
G: La venida de Cristo exige una continua conversión. El tiempo del Adviento, es una llamada a la conversión para preparar los caminos del Señor y acoger al Señor que viene. El Señor ya no quiere nacer en una cueva, el Señor quiere nacer, ahora, en cada uno de los corazones de los hombre.
(Después de unos momentos de silencio el guía debe motivar que los participantes hagan comentarios sobre el texto bíblico. Para terminar este diálogo se invita a los presentes a hacer un compromiso.)
G: Pongámonos en presencia de Dios y meditemos:
En el contacto con Dios, a través de la oración nos damos cuenta de lo que aún tenemos que cambiar. La conversión es un proceso de todos los días, y tiene sólo un límite: ser perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.
(Se dejan unos momentos de reflexión)
G: Señor, gracias por reunirnos una vez más en torno a esta corona. Ayúdanos a vivir intensamente este Adviento y prepararnos para recibirte. Por Cristo Nuestro Señor.
T: Amén.
G: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
T: Amén.
(A continuación se puede continuar la reunión con villancicos y juegos)
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La Corona de Adviento o Corona de Luces de adviento es un signo que expresa la alegría del tiempo de preparación a
El origen de la fiesta cristiana de la navidad es precisamente oponer a la fiesta pagana del sol invicto el misterio cristiano del Sol que Nace de lo alto, es decir, Jesús, el Mesías, el Salvador.
El Adviento se convierte entonces en un ascenso progresivo hacia esa fiesta que ilumina las tinieblas del corazón, porque Cristo, la luz eterna, nos manifiesta el resplandor de Dios. La Corona de Adviento marca el progreso de la luz: por una lado a la necesidad de iluminar cada vez más un ambiente oscuro, y esta es su base natural; por otro, el progresivo ascenso hacia el que es
El círculo es una figura geométrica perfecta que no tiene ni principio ni fin La corona de adviento tiene forma de círculo para recordarnos que Dios no tiene principio ni fin, reflejando su unidad y eternidad. Nos ayuda también a pensar en los miles de años de espera desde Adán hasta Cristo y en la segunda y definitiva venida; nos concientiza que de Dios venimos y a Él vamos a regresar.
Antiguamente la corona estaba (y esperemos que HOY TAMBIÉN) conformada por ramas verdes que son signo de la vida y
En los países donde el invierno es muy crudo, sólo algunos árboles mantienen verdes sus ramas, mostrando la vida que en ellas persiste a pesar del frío. El Adviento es también el tiempo de la esperanza, es decir de la certeza de saber que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y la muerte.
Las cuatro velas representan los cuatro domingos de Adviento. Las tres primeras que se enciendes son de color morado para recordarnos el espíritu de vigilia, penitencia y sacrificio que debemos tener par prepararnos a la llegada de Cristo. La última es de color rosa o blanco y manifiesta la alegría de que el nacimiento del Señor está muy cerca (algunos colocan la rosa en tercer lugar y una morada o blanca en el cuarto sitio). El día de Navidad las velas moradas son substituidas otras de color rojo que simboliza el espíritu festivo de la reunión familiar. En algunos todas las velas se substituyen por velas rojas y en el centro se coloca una vela blanca o sirio simbolizando a Cristo como centro de todo cuanto existe.
La luz de las velas simboliza la luz de Cristo que desde pequeños buscamos y que nos permite ver, tanto el mundo como nuestro interior. Cuatro domingos antes de la Navidad se prende la primera vela. Cada domingo se enciende una vela más. El hecho de irlas prendiendo poco a poco nos recuerda como conforme se acerca la luz las tinieblas se van disipando, de la misma forma que conforme se acerca la llegada de Jesucristo que es luz para nuestra vida se debe ir esfumando el reinado del pecado sobre
Son cuatro los temas que se presentan durante el Adviento:
Las lecturas bíblicas de este tiempo de Adviento están tomadas sobre todo del profeta Isaías (primera lectura), también se recogen los pasajes más proféticos del Antiguo Testamento señalando la llegada del Mesías. Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret son los modelos de creyentes que la Iglesias ofrece a los fieles para preparar la venida del Señor Jesús.
La vida del cristiano es un camino al encuentro del Señor. La Iglesia es la esposa que espera a Jesús, su esposo. No nos distraigamos o dispersemos, mi perdamos de vista a Cristo, quedándonos atrasados en el camino a su encuentro.
Estamos llamados a congregarnos todos sobre el monte, donde se encuentra el “templo del Señor”, pero no se trata solamente de Jerusalén, sino del templo que es Jesús mismo.
San Pablo nos exhorta: Despertemos del sueño, refiriéndose al sueño de la pereza y sobretodo también al sueño del pecado, que los compara a la noche y a las tinieblas, que pueden estar presentes en nuestra vida cotidiana.
No hagamos más cálculos sobre nuestro futuro, sobre el llamado “fin de mundo”: seremos imprudentes. Es necesario estar siempre preparados, pues cuando menos lo esperemos podría venir el Señor a nuestro encuentro.
Guía: En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Todos: Amén.
G: Ven Espíritu Santo,
T: llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
G: Envía tu Espíritu creador.
T: Y renovaras la faz de la tierra.
G: Oh Dios, que has iluminado los corazones de tus hijo con la luz del Espíritu Santo, haznos dóciles a sus inspiraciones para gustar siempre del bien y gozar de sus consuelo. Por Cristo Nuestro Señor.
T: Amén.