Introducción
Para celebrar esta semana el misterio pascual, la liturgia se sirve ala vez de dos métodos. El primero es cronológico o histórico: nos sitúa día por día y hora tras hora en los distintos escenarios del drama, desde la entrada en Jerusalén el domingo de Ramos hasta el sepulcro o el cenáculo el domingo de Pascua, y mediante las correspondientes lecturas bíblicas —“adecuadas al lugar y al día”, como decía la peregrina Egeria— nos convierte en testigos presenciales de aquellos hechos.
El segundo es teológico o de síntesis. Es como un telón de fondo del drama pascual, en el que se sobreponen impactos expresivos de los distintos aspectos o detalles del misterio de cada día, y hasta del conjunto del misterio pascual, en el que muerte y resurrección han venido a ser inseparables.
Si en la liturgia de la Palabra de la celebración eucarística, que culmina en el evangelio, seguimos principalmente el primer método —el del detallismo histórico y topográfico— en el Oficio divino prevalece el segundo —el de la síntesis teológica— de acuerdo con el carácter más contemplativo, en comparación con la misa, que la Liturgia de las Horas suele tener en todos los tiempos litúrgicos y fiestas.
Es un fragmento del libro La celebración de la Semana Santa, del P. José Aldazábal (CPL, 61).