II Domingo ORDINARIO
Nos encontramos en el día del Señor para celebrar “el memorial del sacrificio” de Cristo. No se trata de un recuerdo vago, de un símbolo, que tocas o impresiona sólo nuestro interior. Será dicho en la oración sobre las ofrendas que en la celebración del memorial “se cumple la obra de nuestra redención”.
Primera Lectura (Is 49,3.5-6)
El pueblo de Israel ha sido escogido por Dios para ser “luz de las naciones” y para llevar la salvación divina hasta el extremo de la tierra. Esto sucederá perfectamente en la aparición de Jesús, en la que brillará como “Luz verdadera”.
Segunda Lectura (1 Cor 1,1-3)
Cuánta estima demuestra san Pablo por los fieles de sus Iglesias. Los llama santos. Y en efecto lo son, pues han sido santificados por Jesús, purificados de la culpa y colmados del Espíritu Santo.
Evangelio (Jn 1,29-34)
Jesús es llamado el “Cordero de Dios”, “aquel que quita el pecado del mundo”: ya se ven en estas palabras de Juan el Bautista, la inmolación del Señor, nuevo y verdadero Cordero pascual, que con su sangre lavará nuestras culpas.
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