II SEMANA DE ADVIENTO (Ciclo A) 2007
Domingo
Una nueva sociedad donde el único privilegio posible es el ser servidor.
Cuando los seres humanos regresan de estar en una nueva sociedad, ellos hablan ciertamente de un mundo donde se vive la justicia y la paz, pero soñando permanecer en realidad centrados sobre ellos mismos. El mundo perfecto es finalmente aquel que les asegurará su poder y les hará invulnerables.
A través de la liturgia de este día aparece la distancia que separa el Reino de Dios un mundo de aquel que deciden espontáneamente los hombres. El poder del Mesías es el servicio. La primera cualidad de sus discípulos es la capacidad de acoger. Ella supone una conversión radical, principalmente de aquellos representantes de Dios, que no hacen en realidad más que traicionar su voluntad subordinándola a su amor propio.
Primera Lectura (Is 11,1-10 )
Para salvar a su pueblo de daños exteriores, el rey Ajaz realiza una política totalmente humana que no se embarga de escrúpulos. Isaías la denuncia. El torna su vista hacia la llegada y anuncio de aquel que será el auténtico descendiente de David, el gran rey fiel a Dios. El Mesías estará lleno del Espíritu del Señor. Es porque él engendrará la verdadera paz. Llegará la Ciudad ideal, llena del conocimiento de Dios, Jerusalén llegará a ser guía de la humanidad.
Salmo 71
Segunda Lectura (Rm 15,4-9)
Es a través de la historia de su pueblo que Pablo reconoce la llamada de Dios a vivir según el amor misericordioso. Que los cristianos respondan a este llamado, acogiéndose los unos a los otros, como Dios les acoge, es como ellos vivirán cerca de Él.
Evangelio (Mt 3,1-12)
¡No es posible pertenecer a esta sociedad nueva, que es el Reino de los Cielos, si no se acepta la conversión propia! Aquellos que creen tener un derecho particular sobre el Reino, a causa de sus orígenes raciales [de cultura, de capacidades], chocan fuertemente. Aquellos que quieran entrar deben aceptar una renovación radical, un bautismo de agua y de Espíritu. Tal es el mensaje de Juan Bautista, heredero de la espiritualidad del desierto que da nacimiento al pueblo de Israel.
Lunes
Es necesario celebrar con “verdadera fe” el Nacimiento del Señor: si éste faltase, todo se derrumbaría a una fiesta exterior, privada de valor y de gracia. Sólo la fe nos hace ver en el Nacimiento la aparición del Hijo de Dios, redentor del mundo.
Primera lectura (Is 35,1-10)
Evangelio (Lc 5,17-26)
Jesús perdona los pecados: es signo de que Él es Dios, y el milagro sobre el paralítico lo confirma. Cada vez que seamos absueltos del pecado –parálisis del alma– se renueva aquel prodigio. El perdón del pecado es el grande motivo de la alabanza al Señor.
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